En Ayacucho, el llamado “bautizo” de los famosos “Danzantes de Tijeras”, danza de competencia, hasta hoy se practica en Semana Santa, exactamente el Viernes Santo, luego de que Cristo haya muerto en la cruz, precisamente porque, durante esas horas, según se dice, como ha muerto, “no tiene poder”, mientras sí lo tienen los espíritus de las montañas, llamados “Wamani” y de las corrientes de agua y, en especial, las caídas de agua, cascadas o “paqcha”, en donde se realizan los rituales, no solo “bendiciendo” y “curando” las tijeras (láminas metálicas, posiblemente, según algunos estudiosos, inspiradas en los “címbalos” o “crótalos”, discos metálicos tocados con las manos mientras se danza, también de origen morisco) sino dándoles nombres quechuas tanto a los danzantes como a los músicos acompañantes (que tocan la peculiar combinación “arpa y violín”, también instrumentos traídos del Viejo Mundo, muy popular entre los pueblos indígenas andinos). Dicho sea de paso, en Ayacucho también se toca la “chirisuya”.
En la Comunidad de San Pedro de Casta, provincia de Huarochirí, Departamento de Lima, ubicada en las alturas de la quebrada del río Chaclla o Santa Eulalia, a los pies de la Meseta de Markawasi, la "chirisuya" es un instrumento indispensable en la celebración de la “Fiesta del Agua” o “Champería”, así como los “Carnavales” y el “Año Nuevo”, en la época de lluvias y el Techado de Casa”, cuando, precisamente, se termina el techo que protege una edificación de las lluvias. Asimismo, en San Pedro de Casta y en todas las comunidades de la quebrada, en donde se celebran las mismas fiestas, es conocida la leyenda de que los “chirisuyeros” son “medio brujos” y de la rivalidad entre ellos y se realizan los mismos rituales para “curar” y proteger el instrumento.
Así se fue produciendo el proceso de “andinización” de la “chirimía” española. En lo formal, se pasó al uso de lengüetas de pluma de cóndor en vez de caña, en lo simbólico y religioso, al culto al agua = religión “inca”, en vez de procesión = religión católica y en lo político, de ser un instrumento satanizado y prohibido en los ritos católicos por ser de origen morisco a ser adoptado por los cultos de origen prehispánico. Pero, finalmente, hubo un cambio más: el instrumento pasó de llamarse “chirimía” a "chirisuya" (no “mía” sino “suya”), sobre lo cual hay bromas populares que dicen que así si a un músico se le acusaba de brujo por andar con el instrumento, él podía decir “no es una “chirimía”, no es “mía”, es una "chirisuya", es “suya”.